Paula: Centro de operaciones del grupo de
contingencia Polvos Celestes. Entrevista a la paciente número 14. Sandra, de 44
años de edad, casada y con dos hijos.
Paula: Sandra. Puede usted comenzar cuando
quiera. Recuerde que lo que nos interesa es lo que ocurrió el día que se le
llenó el jardín del polvo celeste.
Sandra: Sí. Bueno. La primera vez que vi el
polvo fue poco después de levantarme. Abrí la puerta del jardín para ventilar
el salón y me pareció que el porche estaba más mate que de costumbre. Pasé un
dedo y era como un polvo gris azulado. Pensé que quizás era ceniza o algo
parecido que había traído el viento. Lo barrería más tarde después de
desayunar. Aun estaba medio dormida pero camino de la cocina me di cuenta de
que me molestaba la camiseta de dormir. Era como si hubiera encogido. Volví al
dormitorio a cambiarme y cuando me quité la camiseta y me miré en el espejo me
di cuenta de que tenía las tetas más grandes de normal. A veces se me hincha el
pecho cuando estoy ovulando pero nunca de aquella forma.
Me quedé un rato mirándome las tetas
embobada. Estaban enormes. Redondas y firmes como si fueran a reventar. Era muy
extraño pero me gustaba.
Miré a mi cama vacía. Qué pena que no
estuviera mi marido. Había tenido que salir de viaje y no sabía si seguirían
así cuando él regresara. Además me sentía caliente y si hubiese estado allí lo
habría despertado con una sorpresa. Pero no estaba así que cerré los ojos y me
acaricié.
Estaba muy sensible y mis propias caricias
me hacían estremecer.
Ufff, necesitaba algo más que caricias.